CIUDAD DE MÉXICO Los gemelos Margarito y Pedro Flores pactaron con agentes antidrogas de Estados Unidos entregar información que llevara a la captura de líderes del Cártel de Sinaloa.
A cambio de conmutar penas de cadena perpetua por sentencias de 14 años, revelan documentos judiciales, estos hermanos de origen mexicano se acercaron voluntariamente a funcionarios de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) desde 2008. A partir de entonces se convirtieron en agentes encubiertos y recabaron pruebas que contribuyeron a la posterior captura de 54 narcotraficantes avecindados en Estados Unidos.
Así, el gobierno estadounidense conoció la voz de Joaquín “Chapo” Guzmán e Ismael Zambada y también de su hijo Vicente Zambada. En total, registraron 70 grabaciones y sus testimonios fueron presentados al gobierno de México para solicitar la extradición de Vicente Zambada y Joaquín Guzmán.
“Los hermanos Flores fueron capaces de lograr este resultado que de otra manera hubiera sido imposible: son las conversaciones grabadas que sostuvieron con El Chapo Guzmán; en ese momento él era el hombre más buscado de la Tierra”, se lee en un documento de la Fiscalía de Illinois.
Los gemelos que espiaron a 'Chapo'
Margarito y Pedro Flores miden lo mismo, hablan igual. Ambos tienen ligeramente inclinada la ceja izquierda y los orificios de la nariz como si inhalaran aire profundamente. Son tan iguales que sólo se pueden distinguir por las huellas digitales.
Por eso aquella tarde de 2008, cuando Pedro habló con Joaquín “Chapo” Guzmán, tuvo que aclararle que no fue él con quien se había reunido unas semanas antes en la sierra sinaloense. Ése era su gemelo, Margarito. El narcotraficante más buscado del mundo soltó un largo “¡oh!” de asombro.
La confusión creció cuando ambos decidieron cortarse el cabello casi a rape, cuando se perforaron el lóbulo izquierdo y se colgaron un diamante en la misma oreja. O cuando Margarito se rasuró el incipiente bigote que lo hacía diferenciarse un poco de Pedro.
Autoridades del Departamento de Justicia consideraron que el éxito de los hermanos Flores radicó en su ADN idéntico. En declaraciones, los mismos agentes de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) reconocieron no diferenciarlos con exactitud.
Pedro y Margarito tenían 33 años cuando contribuyeron a que el “Chapo” desbancara al mítico gángster de la época de la ley seca, Al Capone, como “el enemigo público número uno de Chicago”, de acuerdo con la agencia antidrogas de Estados Unidos, gracias a que se convirtieron en los responsables de acomodar al cártel de Sinaloa en esta urbe. No en vano son considerados por el gobierno estadounidense como la empresa más grande de tráfico de drogas que ha existido en la historia de esa ciudad.
“Los hermanos Flores fueron capaces de lograr este resultado que de otra manera hubiera sido imposible: son las conversaciones grabadas que sostuvieron con el “Chapo” Guzmán; en ese momento él era el hombre más buscado de la Tierra”, se lee en una de las páginas de los documentos de la Fiscalía Federal del Distrito Norte de Illinois.
Desde su incursión en el negocio, inundaron de drogas las calles de Chicago, Columbus, Cincinnati, Filadelfia, Nueva York y Washington. En sólo siete años lograron introducir a Estados Unidos más de 60 mil kilogramos de cocaína y amasar una fortuna que las autoridades calificaron de irreal: mil millones de dólares.
Pero a los hermanos Flores se les atribuyen efectos más devastadores que una sobredosis de cocaína: lograron que el cártel de Sinaloa permeara en las calles de Chicago. Se convirtieron en los principales distribuidores de la organización delictiva. Culturalmente, popularizaron la idolatría a los narcotraficantes mexicanos, de sus santos, pistolas enchapadas en oro, el gusto por las texanas de ala ancha y botas picudas: convirtieron a Chicago en la Pequeña Sinaloa.
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