En octubre, la Armada de México mató al máximo líder de Los Zetas, Heriberto Lazcano, alias "Z-3". Lazcano fue una figura mítica, lo que se evidencia en la forma como el grupo movilizó varios combatientes para robar su cuerpo de la morgue, luego de su muerte.
Lazcano era también quizás lo único que evitaba la completa fragmentación de esta poderosa organización. De hecho, Los Zetas se han estado fragmentando desde mediados de 2012. Varios comandantes se han declarado la guerra entre sí, y el nuevo comandante supremo, Miguel Treviño, alias "Z-40", lucha por mantener la organización intacta.
No va a ser fácil. Incluso antes de la muerte de Lazcano, Los Zetas estaban recibiendo duros golpes, especialmente en Monterrey. El 16 de enero de 2012, fue un día típico en la batalla por Monterrey. A las cuatro de la tarde, hombres armados con AK-47 bajaron de un taxi en un barrio al norte de Monterrey y ejecutaron a una joven pareja en la residencia de la mujer. La mujer víctima fue identificada como Karla Luna Zúñiga, de 25 años. El hombre era conocido simplemente como "El Piolín". La policía dijo a la prensa que la residencia era un punto de distribución de drogas.
Este artículo hace parte de una serie sobre la presencia de Los Zetas en la ciudad de Monterrey. Vea la serie completa aquí.
Ese mismo día, Ricardo Flores Rodríguez fue asesinado por hombres armados con AK-47, mientras caminaba por la calle de un barrio diferente al norte de Monterrey. No había ningún motivo conocido para el ataque. Una cuarta víctima no identificada fue encontrada muerta con un tiro en la cabeza y el cuerpo en descomposición, al sur de Monterrey.
Otros dos hombres, Oscar Iván de León y Esteban Rubio, murieron ese día porque supuestamente se le atravesaron a un coche. La transgresión llevó a un intercambio verbal antes de que los hombres en el otro coche se bajaran, robaran y luego les disparan a quemarropa. Esteban Rubio murió en el lugar, de León murió en el hospital.
El 16 de enero da un atisbo a los múltiples niveles en los que da la lucha por esta zona. (Cuando hablo de Monterrey o de la zona, me refiero al área "metropolitana de Monterrey", que, según lo definido por la agencia mexicana de estadísticas, INEGI, comprende los municipios de Apodaca, García, Escobedo General, Guadalupe, Juárez, Monterrey, San Nicolás de los Garza, San Pedro Garza García, Santa Catarina y Santiago.) Por un lado, las dos organizaciones más grandes, Los Zetas y el Cartel del Golfo, parecen estar disputándose el control de la industria del narcotráfico local, el negocio más lucrativo en la ciudad. En cierto modo, los rivales de Los Zetas siguen el camino que ellos comenzaron. Identifican a la tienda o punto de distribución de drogas, y organizan y ejecutan un ataque.
El ataque al presunto expendio de droga de Zúñiga fue típico: rápido y con fuerza abrumadora. El impacto de este tipo de ataques es múltiple. Se elimina, por un tiempo, una fuente de ingresos para Los Zetas. También envían un mensaje a otros trabajadores: que sus jefes no pueden protegerlos. No obstante, a diferencia de Los Zetas, sus rivales no asumen el control de la "tienda", o centro de distribución de drogas. En cambio, parecen ser más como ataques guerrilleros, dirigidos a la interrupción de los servicios y el impacto psicológico.
Los siguientes dos asesinatos parecen intentos de un rival para eliminar la infraestructura del otro. Como sucede con la mayoría de los asesinatos en la zona, poco se sabe de los motivos. Sin embargo, las formas en como fueron asesinados los hombres —uno con un fusil AK-47 a quemarropa, y el otro con una bala en la cabeza— son métodos de asesinatos clásicos. El constante "ojo por ojo" deja víctimas en toda el área metropolitana. Éstas parecen ser en su mayoría trabajadores, contratados como sicarios, halcones o mensajeros.
Rubio e Iván parecen ser víctimas civiles. Ellos cometieron dos errores fatales. En primer lugar, iban conduciendo un vehículo grande, descrito por la prensa como una "camioneta Ford." Estos vehículos de gran tamaño llaman la atención, porque son usadas por ambas facciones en guerra. En un momento dado, las pandillas los conducían en grandes caravanas, pero esto llevó a emboscadas y enfrentamientos con las autoridades. Las caravanas son ahora menos frecuentes, pero las células criminales todavía se mueven en grupos de cinco o seis vehículos de gran tamaño. En segundo lugar, Iván y Rubio pudieron haber "desafiado" un vehículo de tamaño similar cortándole el camino. Los resultados ilustran cómo es de alta la tensión en esta ciudad y el poco respeto que hay por la vida y la ley.
La mayoría de las víctimas civiles no quedan atrapadas en el fuego cruzado —son blancos ya seleccionados—. Sólo tres días antes, las autoridades encontraron el cuerpo de Sergio Ruiz Hernández, un empresario que fue secuestrado el 5 de enero, y por quien se había pedido un rescate. La familia pagó 1,2 millones de pesos mexicanos (unos US$90.000) con la esperanza de que sería liberado. El cuerpo fue encontrado con signos de tortura y un agujero de bala en la cabeza. Los secuestros en la ciudad siguen en niveles sin precedentes. Durante los primeros 11 meses del 2012, el gobierno estatal informó sobre 53 secuestros en el área metropolitana de Monterrey. Esto es muy inferior al número no oficial de dos o tres secuestros por semana.
Una guerra con muchos bandos
El gobierno de Nuevo León ha registrado 371 homicidios en el área metropolitana de Monterrey hasta noviembre de 2012 (Vea las estadísticas gubernamentales en el pdf). Este número es inferior a los registrados los dos años anteriores, pero muy por encima de los números anteriores a 2009, cuando la violencia se disparó.
Vale la pena repasar por qué comenzó la lucha. Una vez que Los Zetas se instalaron en Monterrey, luego de su acuerdo con la Organización de los Beltrán Leyva (OBL), comenzaron a extorsionar sistemáticamente a las discotecas, empresas de transporte, casinos, tiendas de licores y otros negocios marginalmente rentables en la zona. Este sangrado sistemático de la zona no era un buen negocio y surgieron roces entre ellos y sus jefes nominales del Cartel del Golfo. Esta tensión se desbordó cuando un comando del Golfo asesinó a Sergio Peña Mendoza, alias "Cóndor III", en enero de 2010. Los Zetasexigieron al cartel que entregara a los asesinos. Este se negó y la guerra comenzó.
Los Zetas consolidaron su alianza con la OBL. El Golfo pidió ayuda al Cartel de Sinaloa y se formó lo que se conoce como “La Nueva Federación”. Las dos alianzas recientemente formadas se atrincheraron en sus respectivos fortines: el Cartel del Golfo en Reynosa y Matamoros; Los Zetas en Monterrey y Nuevo Laredo, y el Cartel de Sinaloa en Durango y Sinaloa. Desde allí, se lanzaron ataques entre ellos que han ocurrido sobre numerosas líneas fronterizas estatales. Al principio eran ataques a gran escala, que incluían a convoyes de camionetas blindadas y vehículos que llegaron a ser conocidos como "narcotanques" —volquetas y otros vehículos grandes convertidos en arietes de película.
Pero esta guerra, sin cuartel en las ciudades más pequeñas, con el tiempo pasó a ser un conflicto de baja intensidad en las zonas urbanas de mayor tamaño, como en Culiacán, Durango, Torreón y, por supuesto, Monterrey. Las víctimas son como las que murieron el 16 de enero: una mezcla de "soldados" y civiles, algunos de los cuales simplemente se cruzaron con la persona equivocada en la calle equivocada.
No obstante, la guerra se extiende más allá de los civiles. Agentes antinarcóticos y analistas extranjeros dicen que Los Zetas siguen ejerciendo control sobre muchos policías, guardas de tránsito y otras fuerzas de seguridad en el área de Monterrey. Y ellos son también objetivo de sus enemigos. Durante los primeros seis meses de 2011, por ejemplo, 78 agentes de seguridad murieron en el área metropolitana de Monterrey, de acuerdo con un conteo realizado por la oficina del gobernador. La mayoría de ellos eran policías, pero otros 21 fueron guardas de tránsito, una señal de que sus rivales trataban de eliminar los ojos y los oídos de los Zetas en la calle, así como su poder dentro del sistema.
Los gobiernos estatales y locales saben que la institucionalidad ha sido penetrada y han tratado de depurar la policía en numerosas ocasiones, con poco éxito. Para citar sólo algunos ejemplos: Las autoridades municipales de Monterrey destituyeron a 410 de 752 policías en 2010; en Santa Catarina, las autoridades de policía despidieron 261 oficiales en octubre de 2011; San Pedro Garza García ha dado de alta a más de 200 en los últimos años; San Nicolás de la Garza ha despedido a 129 guardas de tránsito. Esta situación ha dejado en las filas a numerosos policías sin entrenamiento y sin haber sido puestos a prueba, y empujó a los corruptos directamente hacia las organizaciones criminales. Eldéficit en la policía podría ser de hasta 8.000 oficiales, de acuerdo con un estudio reciente realizado por el Tecnológico de Monterrey.
Los resultados de esto fueron quizás más evidentes en García, Nuevo León, un municipio a unos 40 kilómetros de Monterrey. El entonces alcalde Jaime Rodríguez, quien dejó el cargo en octubre de 2012, despidió a toda la fuerza de 220 oficiales y los reemplazó con personal en su mayoría militar. La reacción fue inmediata. Su principal oficial de seguridad fue asesinado el día en que Rodríguez asumió el cargo. El ataque fue de los más mortíferos de Los Zetas: el grupo bombardeó la casa del alcalde en medio de la noche, y luego le tendieron una emboscada cuando el funcionario y sus hombres reaccionaron ante el ataque.
Rodríguez dice que posteriormente sobrevivió a otros dos atentados contra su vida, incluyendo uno en el que él y sus guardaespaldas supuestamente se defendieron de una caravana de vehículos llena de hombres armados en una carretera que serpentea alrededor de Monterrey. Culpó de todos los ataques a unos 30 de los 220 policías que él había despedido.
Durante los tres años que Rodríguez ocupó el cargo, la alcaldía tuvo un tanque del ejército estacionado en la entrada de su edificio principal. Unos seis guardaespaldas lo acompañaban durante todo el día, la mayoría de ellos también exmilitares. Contaba con un coronel militar retirado como consejero, quien se quedó trabajando con la administración que sucedió a Rodríguez, y que estaba entrenando a los civiles para defenderse y ejercer su derecho a portar armas (En México, es legal portar una pistola hasta de calibre .38).
"Cualquier criminal que entra en García tendrá que entrar con precaución o miedo. De la misma manera que hacemos cuando entramos en su territorio," le dijo a InSight Crime.
La lucha por las prisiones
La batalla por Monterrey se ha movido desde entonces a las cárceles donde Los Zetas, elCartel del Golfo y otros grupos criminales pelean por el control. Irónicamente, las cárceles suelen ofrecer más protección a los altos mandos, que controlan a los guardias mediante una combinación de intimidación y sobornos. En su interior, se movilizan para consolidar territorio en la penitenciaría, para luego crear centros de mando y control desde donde coordinan extorsiones, secuestros, robos a gran escala y otras actividades criminales. Su control, en algunos casos, es absoluto: es sabido que en ocasiones Los Zetas (y otros grupos criminales) han salido de la cárcel en la noche para cometer asesinatos y ataques contra sus enemigos.
Este control fue evidente en la reciente masacre y fuga masiva de Los Zetas en la cárcel de Apodaca, muy cerca del área metropolitana de Monterrey. Al menos 30 miembros de Los Zetas escaparon, entre ellos Óscar Manuel Bernal Soriana, alias "El Araña", el jefe de la “plaza” de Monterrey. Los que se quedaron atrás mataron a 44 presuntos miembros del Cartel del Golfo con una combinación de cuchillos, tubos y bates, entre otros objetos. La fuga y la masacre ocurrieron alrededor de la una de la madrugada. Las autoridades penitenciarias pidieron ayuda después de las tres de la mañana.
Desde entonces, el ojo por ojo entre estas grandes organizaciones se ha desbordado de nuevo al campo y se ha extendido por todo México. De Guadalajara a Culiacán, a Veracruz, aparecen cuerpos en masa. Más recientemente, 49 víctimas fueron encontradas en la carretera entre Monterrey y Reynosa. Esta siguiente fase parece incluir tanto a civiles como a soldados del cartel. Ningún cuerpo de esa masacre ha sido públicamente identificado, pero entre las víctimas habían un camarero y un estudiante en lo que se cree que es una masacre relacionada de 18 personas en Guadalajara. Los mensajes en el lugar donde se hallaron los cuerpos y partes de cuerpos fueron encontrados, dicen que el ataque fue una venganza por la muerte de al menos 23 presuntos Zetas en Nuevo Laredo la semana anterior en Guadalajara.
Los ataques han hecho mella en todas estas organizaciones. Los informes de Monterrey dicen que la ciudad se les está saliendo del control de Los Zetas. Como prueba de ello, los analistas citan un aumento en el uso de pequeños grupos pandilleros sin entrenar, que emplean métodos de ataque que los agentes de seguridad llaman a secas "rocíe y rece", es decir, apretar el gatillo y esperar atinarle a algún enemigo. Funcionarios de García le mostraron a InSight Crime un fragmento de uno de esos ataques por parte de unas presuntas “Zetillas”, contra un edificio público. El patrón de las balas se movía en línea recta brevemente, y luego se enrollaba como pequeñas "úes" al revés, para después estabilizarse de nuevo —algo que se puede esperar de un tirador que no está entrenado para manejar el culatazo de un rifle automático.
"Esto es lo que tienen: traen a un gran ejército de jóvenes que defienden esta estructura criminal", explicó el alcalde de García, Rodríguez.
Pero quienes dicen que están sacando a Los Zetas de Monterrey parecen subestimar la naturaleza esquizofrénica de este grupo y lo que ello representa. Los Zetas, al fin y al cabo, son sofisticados y carecen de objetivos; son una mezcla de profesionales y payasos, una combinación de pensadores estratégicos y de especuladores con una visión ridículamente miope. La desconcertante composición, naturaleza y modus operandi de este grupo mantiene a las autoridades y analistas adivinando hacia dónde se dirige y qué forma va a tomar. Al final, sin embargo, el mismo lugar donde ponemos a Los Zetas en el panteón criminal suele reflejar más cómo queremos verlos, y no lo que realmente son.
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