¿Cómo terminan los líderes sinaloenses, de Amado Carrillo al Chapo Guzmán? El ocaso de los viejos narcotraficantes sinaloenses nada tiene que ver con aquella vida de poder, control y derroche que llevaban al amparo de la impunidad.
Unos muertos abruptamente, otros desvanecidos por la enfermedad de la vejez, unos más escondiéndose entre montes y valles, y otros más acosados por la desesperación del encierro que mina la salud de cualquier convicto. De Ernesto Fonseca Carrillo a Miguel Félix Gallado, pasando por el fin misterioso de Amado Carrillo y como en las últimas semanas los abogados y Emma Coronel Aispuro han denunciado en torno al líder del Cártel de Sinaloa, Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, de quien asegura no podría llegar a diciembre.
Alejado de esa falsa vida de “narcoglamour” que le persiguió a través de los corridos y el bombardeo mediático, todo parece indicar que los últimos años de Joaquín “El Chapo” Guzmán pasarán entre rejas, juicios y posibles sentencias de este o del lado de Estados Unidos en donde siete cortes federales lo requieren; con una salud cada vez más diezmada que ha obligado una y otra vez a sus abogados y a su esposa Emma Coronel Aispuro a salir a los medios a denunciar, la imagen del capo sinaloense se derrumbó.
Ya no es la misma figura de aquel hombre poderoso dueño de cientos de empresas millonarias, que controlaba el flujo de la cocaína sudamericana, la heroína mexicana y las metanfetaminas que inundaban la Unión americana; agotado el mito por las constantes quejas de ser blanco de tortura psicológica en los penales federales en donde ha estado, el Chapo mandó a decir a través de su esposa que de diciembre no pasa.
De las pocas imágenes de Guzmán Loera que se difundieron en el penal de Juárez, está una en donde se encuentra en un cubículo frente a una mujer, con la vigilancia de un guardia detrás. Se le ve más delgado, con unas entradas pronunciadas que indican pérdida de cabello.
Para el gobierno federal, en cambio, solo se trata de una estrategia para victimizarse y sacar dividendos, al enfrentar un proceso de extradición que podría llevarlo a cualquiera de los tribuales gringos que lo piden para ser enjuiciado por narcotráfico y lavado de dinero. De comprobar la defensa legal que Guzmán Loera tiene severos problemas de salud, su extradición podría ser detenida por un juez o, incluso, como en el caso de Ernesto Fonseca Carrillo, eventualmente con los años ganar un amparo para la prisión domiciliaria.
“Esto es totalmente falso, los derechos de Guzmán Loera siempre han sido respetados, lo que pasa es que estar vigilado le causa incomodidad, él estaba acostumbrado a no estar vigilado como lo está el día de hoy, con un protocolo de seguridad. Está en perfectas condiciones, él se ha quejado que se siete mal y se le da atención como a cualquier otro interno”, declaró hace apenas un mes Eduardo Guerrero, director de Prevención y Readaptación Social del sistema Penitenciario Federal.
Pero para la madre de sus dos hijas gemelas su situación es delicada, con un encierro bajo tortura, sin una atención médica adecuada, que le ha provocado trastornos y dolencias.
“Para qué quiero saber lo de la extradición, que ya me dicen que me voy el año que entra. Si no atienden mi salud, para diciembre ya no voy a estar vivo”, declaró Coronel Aispuro que le dijo su esposo.
Ello llevó a los abogados del capo de La Tuna a requerir la aplicación del Protocolo de Estambul el 26 de agosto pasado. Dicho protocolo revela si una persona ha sufrido tortura física y psicológica.
Según el examen difundido por la revista Proceso, aplicado por el médico César Ayuzo González, especialista en psiquiatría de la UNAM, el Chapo presentó signos físicos y síntomas: “que demuestran que fue y está siendo sometido a malos tratos durante su estancia carcelaria y se denotan por la presencia de un trastorno de ansiedad generalizada y un trastorno neurocognitivo leve. Dichos trastornos se han controlado de forma parcial con la administración de Triazolam (antidepresivo) sin embargo no se recomienda su uso prolongado además de que se sugiere sea atendido por el servicio de psicología y psiquiatría para el control de los trastornos que padece”.
Entre las quejas expuestas al juez tercero de distrito de procesos penales federales, Guzmán Loera señaló que la vigilancia en su contra es acosadora las 24 horas, solo le permiten una hora en el patio y le retiraron las películas de Cantinflas que le ponían. “Llevo como un mes que no veo películas”, señaló.
De la imagen de quien fue ubicado como “el hombre más buscado del mundo” no ha ido quedando sino la de una persona que no soporta el encarcelamiento y la dura vigilancia, sobre todo después de que ha sido el único capo que logró fugarse de una prisión como El Altiplano.
Con 59 años cumplidos, al Chapo todavía le esperan años y años para cumplir con los delitos que se le imputan en México y en Estados Unidos.
Miguel Félix, otro que va muriendo en la cárcel
Es junto con Ernesto Fonseca Carrillo y Rafael Caro Quintero de los capos vivos más viejos del país; los tres acusados del homicidio del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar.
Félix Gallardo, a diferencia de Caro y Don Neto, sigue peleando en los tribunales una oportuna atención médica y ser enviado a prisión domiciliaria para estar con su familia, después de 27 años de estar encarcelado. Otros 13 años de condena le aguardan por delante. El pasado 29 de abril cumplió 70 años de edad.
En septiembre pasado, Félix Gallardo ganó un amparo dictado por el juez cuarto de distrito de amparo en materia penal de Jalisco para que se le practiquen estudios de tomografía axial computarizada que requiere para diagnosticar diversas dolencias que sufre el viejo ex capo de la droga. Uno de los principales problemas que lo aquejan es su falta de visibilidad.
Sin embargo, la fiscalía federal interpuso un amparo para que El Padrino no fuera sacado del penal de Puente Grande en donde está recluido para ser trasladado al Hospital Civil de la zona metropolitana de Guadalajara, bajo el argumento que el nosocomio no cuenta con el protocolo de seguridad para albergar a un “reo peligroso”.
En los últimos 27 años, Félix Gallardo, quien se decía amigo del ex gobernador Antonio Toledo Corro y guardaespaldas del finado Leopoldo Sánchez Célis, ha peregrinado por tres penales diferentes, el primero de ellos el Reclusorio Preventivo Sur de la Ciudad de México, en el que fue internado tras su detención el 8 de abril de 1989.
Desde agosto de 1992 fue internado en el penal de El Altiplano, y el 31 de enero de 2015 fue trasladado a Puente Grande, en donde se encuentra actualmente.
Fue a partir de su estancia en El Altiplano que la salud del “Capo de capos” se fue degradando, y cuando comenzó su batalla legal por obtener servicios médicos más humanos.
Don Neto, sus últimos días en el lujo
El último destino para Ernesto Fonseca Carrillo, compadre de Caro Quintero y Félix Gallardo, parece ser esa “cárcel de oro” que representa la millonaria residencia del fraccionamiento de Hacienda del Valle Escondido, en el municipio de Atizapán de Zaragoza, Estado de México.
Don Neto, con 86 años, es aquejado por la ceguera parcial y por un cáncer de colon que lo mantiene bajo tratamiento permanente; fue uno de los primeros capos en ser detenido en 1986 tras el asesinato de Kiki Camarena y también fue uno de los primeros que mandó edificar su tumba muchos años antes de su muerte allá en su pueblo en la alta montaña, Santiago de los Caballeros, municipio de Badiraguato.
Sus familiares eligieron Atizapán para que Don Neto cumpliera con los otros diez años restantes de su sentencia de 40. Su hija Yoanna Fonseca señaló que la residencia es la idónea para que su padre descanse estos últimos años.
Al fraccionamiento donde vive se tiene solo con la autorización de alguno de los vecinos. La entrada principal es vigilada por elementos de la Policía Federal y a lo largo y ancho del domicilio hay cámaras de vigilancia que monitorean las 24 horas del día al viejo capo.
El Azul, muerte en el misterio
De Juan José Esparragoza Moreno lo poco que se conoce es que es originario de la comunidad de Huixiopa, Badiraguato, actualmente en disputa entre los grupos de los Beltrán Leyva y la gente de Aureliano Guzmán Loera, El Guano.
Nació el 3 de febrero de 1949, y desde el 8 de junio de 2014 se corrió la versión de que murió de infarto provocado por las lesiones que le produjo un accidente que sufrió cerca de Guadalajara, Jalisco, lugar que fue su centro de operaciones y su residencia por décadas.
Al Azul se le conocía por ser un capo discreto y de muy bajo perfil, su primera esposa fue Gloria Ofelia Monzón Araujo, originaria de Bacacoragua, Badiraguato, y quien era la dueña de las gasolineras de Culiacán que fueron fichadas por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos.
Según los archivos periodísticos, El Azul trabajó en los 70 para Pedro Avilés Pérez, y a la muerte de éste para Juan José Quintero Payán, tío de Caro Quintero. En los ochenta tenía de socios al Cártel de Guadalajara y tras la encarcelación de sus líderes se alió a Amado Carrillo Fuentes.
El capo badiraguatense pisó tres veces la cárcel, primero en 1970 cuando tenía 21 años y fue arrestado en posesión de 700 kilos de mariguana en Culiacán, luego en 1983 fue detenido en Mexicali, pero fue puesto en libertad a los tres meses, y en 1986 fue detenido con armas en la Ciudad de México; saldría en 1992 tras cumplir una sentencia de seis años.
Su organización nunca entró en disputa con los otros cárteles, sino al contrario, fue uno de los hombres que junto con el Mayo Zambada lograron una relativa “paz narca” en ciertos años.
Su deceso hasta la fecha no tiene reconocimiento oficial de parte del gobierno mexicano ni del estadounidense, que todavía ofrece una recompensa de cinco millones de dólares por su captura.
En cambio, a los dos meses de su presunta muerte en un hospital de Guadalajara y sus restos incinerados, uno de sus hijos detenido en Culiacán declaró ante el juez federal que El Azul había muerto. Aun así, su desaparición permanece en el misterio.
Caro Quintero y el Mayo, la persecución
A Rafel Caro Quintero se le ha oído decir que no se dejará agarrar otra vez, y si para eso es necesario dormir debajo de los árboles lo hará. Él mismo señaló en la entrevista que le realizó Anabel Hernández para Proceso, que desde que salió libre del penal de Jalisco pocas veces ha dormido en cama.
Y es que según pobladores de Badiraguato, Caro Quintero se la pasa prófugo de refugio en refugio en la zona serrana del Triángulo Dorado. Asegura no tener los millones que el gobierno gringo dice poseer, así como las propiedades y empresas que le han sido fichados a sus familiares.
“¿Cuál dinero? ¿El dinero que tuve ya se acabó?”, cuestionó ante el reflector de Proceso.
La Suprema Corte de Justicia revirtió hace unos meses el amparo con el que salió en libertad, por lo que oficialmente al capo de La Noria le faltan por cumplir once años más de prisión por el homicidio de Camarena.
De no regresar a prisión, los últimos años Caro serían entre montañas y escondrijos, con una persecución en sordina de las autoridades no solo de México sino de Estados Unidos, que constantemente lanzaron drones de vigilancia para tratar de ubicarlo.
En cambio, El Mayo Zambada a pesar de los problemas de salud que tuvo en los últimos años, algunos a raíz de la depresión provocada por la extradición de su hijo Vicente Zambada Niebla, desde la caída del Chapo Guzmán se ha forjado una leyenda de un hombre sólida que busca conciliar entre el gobierno y el Cártel de Sinaloa.
Lejos de los reflectores, los medios atribuyen un retiro parcial del capo de El Salado, dejando en manos de sus operadores los negocios ilícitos que por más de 30 años ha mantenido pujante, algunos a la sombra, otros a la vista del público.
Amado Carrillo, el fin trágico
Uno de los capos que representó toda una época fue Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos, originario también de Badiraguato, pero criado en el valle fértil de Navolato, Sinaloa.
Murió en la cúspide de su poder, lo que incrementó la leyenda fue las condiciones un poco insólitas de su deceso, durante la cirugía de cambio de identidad en 1997.
Piedra de toque para investigar la corrupción hasta en los más profundos cimientos del Estado mexicano, que lo protegió y lo amparo como a otros capos, Carrillo Fuentes se convirtió en sinónimo del hombre violento pero justo a la hora de saldar los negocios.
Heredero del Cártel de Juárez, construyó un imperio forjado con dinero y drogas en la frontera. Su muerte significó el brote de la pus de las corruptelas que generó su paso por la vida criminal del país.
El día en que Amado Carrillo se practicó la cirugía para cambiar su rostro y no ser ubicado fácilmente por las autoridades, como lo hizo en años pasado Víctor Emilio Cázares Salazar, le telefoneó a su madre, doña Aurora Fuentes López a su hacienda de El Guamuchilito, en Navolato por la noche:
“Bien, amá. Salió bien toda la operación; ya salí de la anestesia; no se preocupe, apenas me recupere, uno o dos días, estaré con ustedes”, soltaría Amado en el auricular.
Doña Aurora contó en una ocasión que a las horas le avisaron que su hijo ya había fallecido, y ella repite que fue el doctor a cargo de la cirugía quien le administró una inyección mortal.
La muerte de Amado cimbró al sistema político y legal en México, y significó el asesinato para los médicos de la clínica. No significó el fin del narcotráfico.
En esa ocasión el periodista Darío Dávila le preguntó a doña Aurora que si cuándo se acabaría el narcotráfico:
—¿Cuándo acabará todo esto, señora Aurora?
—Cuando llegue el fin del mundo…
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